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Social Housing for Young People, 2003-2007. López Rivera Arquitectes; Barcelona.

  • Foto del escritor: carmenalvarezarch
    carmenalvarezarch
  • 9 ago 2020
  • 6 Min. de lectura


El arquitecto Josep María Montaner relata que “el crecimiento de la mayoría de las grandes ciudades está siguiendo dos vías marcadamente contrastadas. Por una parte, predomina el crecimiento en vertical, ya sea en las zonas centrales (las más valoradas) o en los nuevos núcleos terciarios y residenciales en las afueras […]. Por otra parte, se produce una dispersión horizontal: las alfombras de barrios suburbanos que se extienden por el territorio, unas veces dentro del mercado especulativo (como las urbanizaciones cerradas) y otras formando barrios de viviendas populares; estas últimas pueden ser de producción pública o privada.” (MONTANER, 2015).


Estos modelos, desarrollados durante el siglo XX, empiezan a no ser suficientes; la globalización y libertad de movimiento han provocado una proliferación masiva del turismo en las ciudades, convirtiéndose en un gran motor para la economía a nivel mundial. Esto conlleva una aparición masiva de alojamientos turísticos, derivando así en un problema de falta de espacio y vivienda para el resto de población. A esto, se suma la problemática económica y la carencia de empleo que se vive en muchas ciudades, lo que implica la imposibilidad a la población joven de acceder a una vivienda en las grandes urbes y así independizarse del núcleo familiar. La ciudad se encuentra en constante cambio demográfico y es en estas transformaciones sociales donde encontramos un deseo de cambio en la política urbana de la ciudad.


Los arquitectos contemporáneos empiezan a estudiar nuevos modelos basados en el concepto de “ciudad collage”, la hibridación de los dos modelos de los que hablaba Montaner. Introducir en un mismo edificio planos horizontales interconectados, que generen relación entre los usuarios, dotados de vegetación y espacios públicos, y sobre estos planos horizontales se introducen módulos verticales de oficinas, viviendas y hoteles. Rem Koolhaas, planteó estas ideas de “la ciudad por capas” en proyectos experimentales como La Ville Nouvelle de Melun-Senart (1987), proyecto abstracto y radical donde con capas y franjas potenciaba los vacíos, o el proyecto de Yokohama (1992), donde utilizada tres capas superpuestas, planos ondulados que generaban diversidad de usos en los mismos.


El espacio público ya no puede reducirse a un tránsito público, sino que debe cargarse de equipamiento y actividades que ayuden a crear ese sentimiento de identidad y colectividad para el individuo. Es por ello que parte de las iniciativas urbanísticas se basan en generar comunidades de viviendas sociales. Se promovieron diferentes actuaciones por parte de las instituciones, los arquitectos se centraron en el diseño interior y de mobiliario para estas viviendas. Actividad que el propio Rafael Moneo había descrito hasta entonces como una ocupación menor. El certamen EXCO en 1961 supuso el inicio para arquitectos como Moneo o Carvajal diseñando espacios que mejorasen las condiciones de la vivienda mínima. Seguidamente, la empresa Huarte lanzó un concurso donde los arquitectos se centraron en el diseño de mobiliario y la integración de estos en el proyecto de arquitectura, basados en las experiencias del Movimiento Moderno en Europa.


Posteriormente, se comienzan a construir una gran cantidad de viviendas sociales, aunque el diseño de mobiliario queda relegado a un segundo plano debido a la aparición de cadenas de decoración mundiales a precio reducido. Sin embargo, diferentes propuestas como la de Gallegos y Aranguren en el ensanche de Carabanchel (2003) o las viviendas sociales para jóvenes de López-Rivera Arquitectes (2007) continúan desarrollando el debate de los arquitectos modernos para amueblar viviendas sociales con calidad espacial. La propuesta de Gallegos y Aranguren realiza un diseño en el que las camas desaparezcan bajo el pasillo central, siendo este pasillo central el que forma una banda de servicios y almacenaje y permite liberar el resto del espacio; un concepto diferente de vivienda.



En el caso de la promoción de vivienda social para jóvenes que desarrollaron los arquitectos Emiliano López y Mónica Rivera en Barcelona, se trata de un conjunto de 27 viviendas de renta reducida, resultado de un concurso organizado por el COAC y el gobierno catalán.


Los requisitos eran introducir seis unidades por planta (cinco de 40m2 útiles, para 1 o 2 personas y una de 50m2 útiles para 2 o 3 personas), en un solar de Sant Andreu, Barcelona.

Este tipo de arquitectura refleja el conocimiento de los arquitectos contemporáneos en cuanto a técnicas y medios tecnológicos para generar un diseño austero y funcional, pero de aspecto moderno e incluso lujoso, con un presupuesto acotado. El diseño comienza por los espacios interior-exterior; por un lado, la relación entre los apartamentos con las zonas comunes, a través de las galerías de acceso peatonales. Estas galerías se encuentran en la fachada que da a la ciudad, espacio con envoltura de vidrio que genera un sistema pasivo de acondicionamiento solar. En invierno, se cierran ambos cerramientos para generar un colchón de aire que se calienta con la luz solar y permite atemperar de forma pasiva el interior, y, en verano se convierten en balcones, al abrir las lamas de cristal del cerramiento exterior y cerrar el cerramiento interior, este último queda protegido de la radiación solar generando una zona de sombra que refresca el interior. Por otro lado, la fachada exterior de los apartamentos que da la espalda al ruido y se orienta hacia la zona menos colapsada. En este caso se genera de una fachada gruesa, un colchón de aire casi habitable que se añada al espacio interior del núcleo habitacional. El mobiliario minimalista de los apartamentos permite que gran parte del espacio quede como espacio vacío de manera que pueda mutar y cambiar de utilidad a lo largo del día y se genere un tránsito continuo del espacio.


Este tipo de diseño muestra la posibilidad de utilizar las herramientas tecnológicas modernas, en conjunto con los sistemas pasivos tradicionales que ayuden a reducir el consumo que el edificio produce y generar así un menor impacto en el entorno. En conjunto con esto, el edificio está dotado de zonas comunes que complementan el espacio mínimo que compone la unidad habitacional, con parking para bicicletas, ascensor, escalera abierta hacia las galerías, zonas de lavandería que se conectan con los baños accesibles desde las propias galerías. Generando así relaciones entre los habitantes y convirtiendo la galería en porches de las habitaciones donde sociabilizarse.


El propio Emiliano López declara: “En general la sociedad ha aceptado la idea de que los edificios deben ser mucho más respetuosos con el medio. Ha calado de manera colectiva la noción de que no se debe desperdiciar energía ni recursos materiales. Claramente la sociedad demanda una mayor tecnificación y no se puede volver a los orígenes, pero tampoco se ha de incurrir en la domotización tirana de edificios que por norma deben estar enchufados continuamente y son incapaces de responder por sí mismos a sus necesidades de ventilación, soleamiento y confort de una manera más pasiva, aunque menos eficiente.” (MASSAD, 2013)


En conclusión, la correcta utilización de las tecnologías de las que disponemos marcará la diferencia en el desarrollo de la vivienda del futuro. Hay que tener en cuenta que dentro de unos años los que demandarán viviendas son los que hoy conocemos como “millenials”. Esta nueva generación que aprecia las experiencias, la sociabilización y la tecnología. Por ello, las zonas comunes cobran gran relevancia, fomentar el encuentro y el ocio para generar bienestar. Es por ello, que, al igual que en la oficina se está desarrollando el co-working, en el ámbito doméstico será el co-living el que empiece a despuntar. La pregunta es si finalmente conseguirá desarrollarse o solo funcionará en entornos concretos. Además, habrá que tener en cuenta el envejecimiento de la población, esta vivienda del futuro debe incluir a esta parte de la población. En consecuencia, ya se desarrollan modelos de co-housing, donde sociabilizar no solo a los jóvenes, sino crear comunidades de diferentes edades donde predomine la relación entre las personas y la arquitectura sea el medio para propiciarlo.


Al mismo tiempo, la situación vivida recientemente por el COVID, que ha derivado en un periodo de confinamiento con posibilidad de repetirse, va a repercutir en que la población busque en su vivienda no solo cumplir con sus necesidades básicas, sino que el espacio tenga mejor calidad espacial, es decir, mejores vistas, espacios exteriores en su comunidad, mayor cantidad de luz natural y mobiliario polivalente para multiplicar los usos de cualquier espacio, ayudando así a superar otros periodos de encierro de la forma menos traumática posible. El reto del arquitecto y diseñador, entonces, pasa por utilizar las tecnologías actuales para integrar en nuestros diseños todos estos elementos y conseguir adaptarnos a las nuevas necesidades de la sociedad post-covid.

 
 
 

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